La pérdida de la biblioteca de Alejandría 2.0
Buena parte de la cultura actual no estará disponible para generaciones futuras. Gran parte del conocimiento humano está digitalizado o en proceso de digitalización; se
calcula que disponemos de unos 400 exabytes de información, y la
constante obsolescencia, tanto los soportes tecnológicos como los formatos digitales,
es una amenaza para la supervivencia de esta información. Los
expertos afirman que el papel sigue siendo el medio más idóneo para
almacenar datos, dada la vida efímera de los dispositivos electrónicos.
El ritmo de crecimiento que ha experimentado la tecnología desde la década de 1960 ha vertido la sociedad a un consumismo constante de tecnología y una gran dependencia de ésta, generando así una obsolescencia tecnológica sin precedentes. Vivimos en una sociedad donde la tecnología evoluciona vertiginosamente y, a la vez, va dejando un rastro de obsolescencia a su alrededor. Esta espiral de obsolescencia afecta a los aparatos tecnológicos de almacenamiento de información, cayendo así en un desuso cíclico.
Al contrario de la creencia popular, el papel, un rudimentario invento que nos acompaña desde tiempos inmemoriales, es mucho más fiable que los soportes digitales y, si el sentido común se impone, el papel también lo acabará haciendo. La seguridad de almacenamiento que nos ofrece el papel que, en condiciones idóneas, puede sobrevivir durante siglos, o simplemente el concepto físico y posesivo que supone tenerlo en las manos, nos llevará a volverlo a venerar. Aunque las nuevas tecnologías nos ofrecen comodidades como la inmediatez y la mutabilidad, si queremos perpetuar la información para las siguientes generaciones debemos ser más cuidadosos a la hora de guardarla.La era digital, a pesar de desplazar el papel como soporte, no lo acabará haciendo desaparecer del todo, tal y como muchas elucubraciones catastrofistas auguran.
El papel, a pesar de su apariencia frágil, acabará siendo el soporte perfecto para transmitir nuestra cultura a generaciones futuras. Así, deberíamos encaminarnos hacia esta preservación para no volver a tener una pérdida cultural comparable al incendio de la Biblioteca de Alejandría que hizo perder buena parte del legado cultural de lageneraciones pasadas.
Constitución española
El ritmo de crecimiento que ha experimentado la tecnología desde la década de 1960 ha vertido la sociedad a un consumismo constante de tecnología y una gran dependencia de ésta, generando así una obsolescencia tecnológica sin precedentes. Vivimos en una sociedad donde la tecnología evoluciona vertiginosamente y, a la vez, va dejando un rastro de obsolescencia a su alrededor. Esta espiral de obsolescencia afecta a los aparatos tecnológicos de almacenamiento de información, cayendo así en un desuso cíclico.
Al contrario de la creencia popular, el papel, un rudimentario invento que nos acompaña desde tiempos inmemoriales, es mucho más fiable que los soportes digitales y, si el sentido común se impone, el papel también lo acabará haciendo. La seguridad de almacenamiento que nos ofrece el papel que, en condiciones idóneas, puede sobrevivir durante siglos, o simplemente el concepto físico y posesivo que supone tenerlo en las manos, nos llevará a volverlo a venerar. Aunque las nuevas tecnologías nos ofrecen comodidades como la inmediatez y la mutabilidad, si queremos perpetuar la información para las siguientes generaciones debemos ser más cuidadosos a la hora de guardarla.La era digital, a pesar de desplazar el papel como soporte, no lo acabará haciendo desaparecer del todo, tal y como muchas elucubraciones catastrofistas auguran.
El papel, a pesar de su apariencia frágil, acabará siendo el soporte perfecto para transmitir nuestra cultura a generaciones futuras. Así, deberíamos encaminarnos hacia esta preservación para no volver a tener una pérdida cultural comparable al incendio de la Biblioteca de Alejandría que hizo perder buena parte del legado cultural de lageneraciones pasadas.
Constitución española
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